lunes, 13 de octubre de 2014

San Froilán nos da alegrías en Octubre: recorrido por Sardonedo, Vegaquemada y el Condado

Siempre guardamos tres días, antes de finalizar la temporada, para pescar los "ríos grandes". Este año reservamos el fin de semana de San Froilán, santo patrón de León, eremita en sus orígenes y casi seguro, pescador de mosca en sus ratos libres. Teníamos reservado Sardonedo para el viernes, Vegaquemada para el sábado y El Condado para el Domingo. Los tres ríos bajaban perfectos, poco caudal, vadeable en el 60% de sus tramos, y agua clara y no muy fría. 

Sardonedo tuvo su rato. Llegamos a media mañana, bien desayunados y sin premuras por amanecer en el río. Monté mi bambú con el aparejo tradicional de bajo torsionado y 3 metros de nylon, acabado en un fino #12 y con una emergente en un #18 con oreja de liebre y pelo de ciervo. Mi compañero recuperó su Sage LL de los años 90 en línea #4: una joya para los amantes de las posadas finas y suaves.

Había poca eclosión de insecto. Aún así, durante 1 hora más o menos,  hicimos subir  bastantes truchas o pescando al agua lanzando a las múltiples "posturas" del río, o  a pez visto tras delatarse el mismo por una sumisa cebada. Mi emergente hacía su labor. Era trucha mediana, no pretenciosa. Aunque confiábamos que alguna buena se movería más tarde. Mientras tanto empezó a volar grandes tricópteros "saltarines"canela, de tamaño aproximado a un anzuelo del #12. Volaban sobre el agua haciendo cabriolas, y unas pocas hembras caían haciendo la puesta de huevos. Las orillas estaban cubiertas de esta <<friganeas>>, pero solo unas pocas volaban el río. 


En el remanso de una tabla coincidimos con un pescador soriano que formaba parte de una cuadrilla de cuatro. Educados nosotros y con ganas de hilar la hebra, entablamos conversación con el susodicho, preguntando sobre el tiempo, el agua y los peces...pero para nuestra desgracia, el camarada pescador nos enturbió la tarde. Aquello se convirtió en un monólogo.... Un canto al pesimismo.  Primero, que si el río no tenía truchas, y ni comparación con hace 30 años. Segundo que si la administración y la nueva ley no quería que los pescadores disfrutáramos del río. Tercero, que todos los ríos debían quedar libres y con muerte, puesto que así la santa naturaleza regeneraría nuestras masas de agua. Cuarto, que habíamos desaprovechado la mañana, y que ya no veríamos más truchas. Y quinto y para rematar,..., terminó diciéndome a la cara que el bambú era muy bonito...pero que muy malo para pescar, .... Claro, cuando paró para hacer un respiro entre tanta alegría, aprovechamos para despedirnos, eso sí, con estilo puesto que nunca hay que perder la compostura...¡Vaya genio y figura! Iba medrando a cualquier aficionado a la pesca...y tengo que decir que de estos me he cruzado con varios en el río a lo largo de esta temporada, pero no tan radicales y ofuscados. En fin, estaba claro que no era feliz en el río...


En realidad, sea por el mal rollo del compadre o porque las truchas pararon de moverse, no conseguimos nuevas capturas a seca hasta dos horas más tarde, cuando empezaron a moverse al tricóptero canela de manera activa. Como ejemplo, en una distancia de 2 metros, subieron cinco truchas y saqué tres. recuperamos las ganas, y una hora más tarde nos dimos por satisfechos.



El sábado, en Vegaquemada, volvimos a llegar a media mañana, sin prisa, disfrutando del entorno, y con el objetivo de  pescar  cómodamente las horas centrales del día. El tramo era ancho y muy cómodo para pescar dos en paralelo, cada uno una orilla.


Misma caña, mismo aparejo y bajo de línea, y atado un tricóptero canela (con la misma mosca que  dejamos el día anterior). Varando la línea en las corrientes más querenciosas y haciendo bailar de manera correcta la mosca en cada roca, no hubo subidas en más de un cuarto de hora. Y no habiendo volando insectos, la mosca debía ser el problema. Cambié a una "parachute" adams en un #18, repitiendo los lances sobre la misma zona de pesca. De igual manera, ninguna subida clara...aunque empecé a ver pequeñas cebadas en los carriles laterales de las corrientes. Había trucha  y se estaba empezando a mover. Tras varios intentos, decidí poner mi emergente maravillosa del día anterior...y ¡mano de santo!, ..., llegó la primera captura...y luego otra, y luego otra...así estuvimos casi dos horas. Un récord de truchas, quizás una sabia elección y cambio del mosquito, o quizás la suerte de estar en el día y a la hora precisa. Una jornada en las que renace la  afición para unos cuantos años más.


Tanto fue así, que decidimos abandonar el río antes de tiempo, cuando las truchas ya subían de manera muy esporádica y aislada, para dormir una buena siesta y disfrutar, al menos una noche, de la fiestas de León.


El último día pescamos El Condado. Íbamos con las mismas premisas. Pero este coto hace tiempo que no nos da todo el potencial que tiene en sus entrañas, y eso que comenzamos bien...con varias capturas aisladas en las tablas, siempre a pez visto o a cebada clara en las posturas..pescando con mi emergente clásica de los dos días anteriores.     


Pero el día anterior había sido tan maravilloso, que hacer trabajar el río con sudor y lágrimas para conseguir alguna captura respetable, nos generaba mucho esfuerzo. Aún así conseguimos varias capturas cada uno, pero nada especial que mencionar sobre ellas salvo que a las 17h de la tarde ya teníamos la cabeza más ocupada en reposar para aguantar los 350 km que nos quedaban todavía hasta Madrid, que en volver a tantear cada remanso del río para buscar la trucha de nuestros sueños.


Echando la vista atrás, y repasando  los tres días pasados a pie de río, puedo afirmar que la pesca y sus sensaciones a comienzos de otoño, es maravillosa. ¡Repetiremos!


No hay comentarios:

Publicar un comentario