De esta foto …
… a esta,…
han pasado veinticinco años. Esta última era
mi primer día en el río Gallo, expectante y algo novato, embutido en neopreno,
y acompañado de mi fiel RPL entre líneas, bajos y moscos. La primera es un
minuto de reposo y sosiego, buscando la mosca idónea durante una eclosión de
tricópteros saltarines, en mi última visita a este río, el pasado 30 de Mayo. El Gallo, joya calcárea de la meseta
castellano-manchega, enfoscado entre altos farallones y rojizos riscos, recorre el maravilloso cañón que
lleva su nombre, entre ermitas, aldeas aisladas y truchas saltarinas. Es un río de caudal
constante, transparente la mayor parte de las veces, aunque alguna lluvia ocasional
de temporada o quizá, la masificación de visitantes veraniegos en Molina de
Aragón, pueda encanecerlo o embarrarlo hasta límites insospechados.
Entre una foto y otra han pasado
años de mucha observación, de aprendizaje, de experimentos, de alegrías y
también, debo decirlo, de muchos fracasos. He vivido sus truchas gloriosas en
los ochenta y parte de los noventa, donde una ignita bien colocada en sus
railes de algas, o un tricóptero grisáceo bien manejado al atardecer, conseguía
capturas de rango que curvaban las cañas
de grafito hasta el límite. También sufrí su declive durante el cambio de
milenio y más allá, debido a la suciedad
permanente del río por la polución de Medina, a la impunidad de sus furtivos
que se llevaban kilos de truchas sin compensación alguna, y a la colmatación de los fondos por falta
de riadas, que limitaba las grandes emergencias de insectos que se había vivido
en el pasado.
Pero desde hace cinco años he
vuelto a la carga, lo pesco varios días durante la temporada, tanto el coto de
Ventosa como lo libre de Torete o el S/M de Cuevas Labradas. La calidad de las
eclosiones y su número de truchas de todos los tamaños y colores me da
confianza en su futuro, y podría comunicaros, a mi parecer, que hay un resurgir
del río Gallo como maravilloso destino de pesca.
Mi última salida así lo corroboró.
Aparte de las hermosas truchas fario de
todos los tamaños que devolví durante la jornada, encontré eclosiones masivas
de olivas, dípteros, ritrógenas, tricópteros
medianos y algunas hormigas que caían inocentemente de los alisos de las
orillas. Sus aguas, todavía frías y primaverales, eran claras y majestuosas. Las
tablas entre las numerosas chorreras, tranquilas y sosegadas, estaban repletas
de ovas bailando cerca de la superficie. Entre tanta hierba y ranúnculo, aparecen
misteriosos agujeros negros, cercanos a raíces
o rocas, que ocultan truchas grandes, de respeto. En dos de ellas capturé a
seca, simple y llanamente con una Adams Parachute, dos piezas viejas del lugar,
dos trofeos para este río. Eran dos peces
negruzcos, tirando a verde en su
parte superior, con grandes ocelos rojos y blancos, y con una panza pardo
claro. Son truchas de fondo, siempre ocultas, expectantes a cualquier pez o
ninfa grande que se acerque a su reino. Sin embargo, sea por capricho o sea por
gula, los dos peces absorbieron la imitación grisácea con seguridad y
parsimonia. Quizá fue suerte. No sé si la efectividad de la Adams es por
parecer una emergente a ojos del pez, por simular el revoloteo de un tricóptero
emergiendo, o porque puede simular una hormiga de temporada. Lo que piensen
las truchas deja de ser importante
cuando estadísticamente es la mosca comodín
de mis cajas, que mayor número de
truchas me ha dado. Es una cuestión de
fe y confianza.
El río Gallo es un muy técnico de
pescar. Yo diría que no apto para
principiantes, sobre todo a partir del mes de mayo, cuando la vegetación cubre sus
fondos hasta ras de superficie, generando suaves corrientes aleatorias, muy
complejas de sortear. La puntería es esencial para poner la mosca entre los
canales de hierbas o muy pegadas a las herbosas orillas, unas veces rellenas
con juncos y otras con raíces y ramas de vegetación riparia. La distancia entre
el límite de ovas y las orilla es de sólo 20cm. Por lo tanto el control del
lance y la posada ha de ser grande. Además el bajo de línea ha de limitar el
arrastre de la imitación para que el dragado sea nulo. En este tipo de ríos
utilizo un furled leader de 6,5’ de color oliva (del color de las ovas en
superficie o del fondo) y unos «tippets» de nailon muy poco rígidos,
suavecitos, para que se pueda minimizar el inevitable dragado durante mucho más
tiempo. En estos casos utilizo el hilo francés «Cameflou». Este tipo de bajo a mí me
va muy bien, como ya os he expuesto en
otros foros.
En definitiva es un río para “adultos”
en el arte de la pesca, o para “menores” pero siempre acompañados. El río ha
tenido una catarsis a lo largo de los años, y está volviendo por sus viejos
fueros. Nada que envidiar a los afamados ríos de otras regiones que llenan
páginas de Facebook por sus truchas y anchuras de espacios, pero que son muy
cómodos de pescar para los neófitos (¡ojo!, que no he dicho fáciles). Y es que
muchas veces me gustaría que los campeonatos también se centraran en estos ríos
difíciles pero majestuosos, donde si eres campeón, con seguridad no tendrás
rival en otros ríos. El cauce mismo es una cátedra para los lanzadores
«mosqueros». El perdigón tiene limitado éxito, y las cañas largas pocas
ventajas. Sé que sonará raro para muchos con la bonanza de la ninfa, pero el
Gallo puede ser la mejor escuela de aprendizaje para pescar a seca. En él nos
hemos formado muchos desde hace veintitantos años…pero eran otros tiempos y
otras circunstancias.
Por lo tanto, alegrémonos por el
Gallo.