El próximo día de navidad estaré de doble celebración. Una es la natural en estas fechas, de reuniones familiares, amor, felicidad, turrones y champán. La otra es de aniversario. Hará justo 20 años que Papá Noel me trajo un carrete emblemático para la pesca con mosca: un Orvis CFO III. Yo estaba acostumbrado a pescar con el clásico Hardy Marquis #5, una maravilla de precisión, simpleza y efectividad. Equilibraba maravillosamente mis cañas de entonces, y carraspeaba, con un sonido estridente pero encantador, al recoger el hilo y la línea durante la acción de pesca, o cuando una trucha de peso huía con una carrera despavorida. Amaba ese carrete porque nunca pasaba desapercibido a la orilla del río. Es más, varias veces se han ofrecido a pagar una buena cantidad de euros por él, algún coleccionista, e incluso un museo. Pero mi respuesta ha sido siempre la misma: fue mi primer carrete, y morirá conmigo.
Sin embargo, le iba a ser infiel durante esa temporada de 1995. Estaba organizando mi primer viaje a Chile, a la Patagonia profunda , y comencé a buscar otro modelo que pudiera estrenar con las truchas australes. Quería una alternativa que fuera fiable para pescar a «streamer » o con ninfas pesadas, y lo suficientemente robusto como para aguantar las situaciones extremas del cono sur. Por aquel entonces no había internet para buscar información sobre los carretes del mercado, sólo funcionaba el boca a boca, y alguna tienda del sector. Pero yo era adicto a cada análisis o examen comparativo, que aparecía en las revistas americanas a las que estaba subscrito. Pasaba sus hojas una y otra vez, para no perder detalles. Y aunque se supone que las decisiones deberían ser metódicas y bien estudiadas cuando la inversión económica a realizar es alta, yo me he guiado mucho por mi instinto y sobre todo por la imagen visual que proyecta. La calidad y buena fabricación de cada renombrada marca de carretes, la daba por buena. Pero, como cuando uno elige un reloj de pulsera, la elegancia y prestancia en la muñeca guiará nuestra decisión final, más que la exactitud o modernidad del carrete. Entonces, cayó en mis manos un anuncio a toda página y en blanco y negro, donde aparecía un pescador cruzando un río, con la caña en lastre, y portando un carrete Orvis. No recuerdo lo que anunciaba, pero me sentía identificado con la escena. Incluso recorté la foto para tenerla de referencia y averiguar el modelo de carrete de la imagen. Cuando por fin lo supe, no dudé en adquirirlo, costase lo que costase. De ahí mi obsesión con los Orvis CFO. Y el resto, ya os lo podéis imaginar: escribí la carta a los Reyes Magos, rogando un especial esfuerzo para el regalo. Pero impaciente, no pude esperar, y me lo auto-regalé para que el hombre de rojo y barba blanca, me lo dejase en la chimenea la noche del 24 de diciembre. Realmente lo adquirí durante un viaje relámpago a Londres, en una subasta de materiales de pesca de segunda mano junto a Portobello Road. Todavía me acuerdo la cara de tristeza que puso la viuda inglesa que me lo vendió, cuando me hizo entrega, cual reliquia, del carrete que había usado su marido hasta su feliz muerte, pescando, a la orilla del río Colne, cerca del aeropuerto de Heathrow. Al menos, así me lo contó. Curiosamente, el CFO todavía tenía la línea sintética original, una WF acartonada por los años de uso, y un bajo de línea rígido y caducado.
El CFO se ha convertido en un clásico moderno. Su nombre es en honor de Charles F. Orvis, que diseñó y patentó el primer carrete con agujeros de ventilación, hace más de ciento cuarenta años. Se encuentra en varios museos de pesca en el mundo, sobre todo en el «American Museum of Fly Fishing en Manchester, Vermont, USA», y sus distintos modelos, se han revalorizado hasta dos o tres veces su precio original, a lo largo de los años. Y siguen funcionando como el primer día. Su freno es simple, manual, pero con una dinámica de ajuste infinita. Eran una obra de ingeniería perfecta, sobre todo los que fueron fabricados en UK, hasta finales de los noventa, por Hardy Brothers. Después, con el nuevo milenio, llegó el marketing, y la necesidad de incrementar la cuenta de resultados, y Orvis decidió fabricar estos carretes en China. Su relativa baja calidad y el poco éxito de los nuevos CFO con freno de disco, casi hacen desaparecer el modelo. Pero Orvis, ayudado por las nuevas tendencias "revival", en el año 2013 volvió a sacar el CFO, manteniendo el diseño original y el freno simple, cambiando los diámetros y el color con respecto a los patrones anteriores, y publicitando su actual fabricación como «Made in USA».
Mi carrete ORVIS CFO III es un «clásico raro» y de edición limitada. Se fabricó en el año 1978, en Inglaterra. Su color es gris oliva. Y se ajusta a mis cañas de bambú perfectamente. Es un «fijo» en mi bolsa de pesca, no lo suelo sacar. Además llevo varias bobinas de reserva, cargadas con diferentes números de línea, y dos de ellas cargan una línea de seda, una Chambord WF línea #5 y una Phoenix DT línea #4, que utilizo en ríos pequeños de montaña o en suaves ríos calcáreos de la meseta, sobre todo cuando llega el estiaje del verano. Pesco con otros tipos de carretes que he acumulado a lo largo de los años, más por vicio que por necesidad. Uno de ellos incluso formó parte de mi regalo de «pedida». Pero cuando reviso mis álbumes de fotos, etiquetados por años desde 1988 hasta hoy, o rememoro los mejores lances y capturas a lo largo de mi trayectoria pesquera, me doy cuenta que el CFO siempre ha compartido esos momentos, convirtiéndose en la joya de la corona de mi almacén mosquero.