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"Small River", Ansel Adams |
Sin embargo, aunque toda mi vida se centra en el color y su paleta de mezclas, mi inspiración durante todo el año, cuando escribo, medito o monto cañas de bambú en mi rincón favorito, es una imagen en B&W de Ansel Adams que me retrotrae a mis días de pesca en el río. Es una foto de un río secreto, oculto y emotivo, donde cada rasgo y figura os puede recordar a miles de arroyos inaccesibles de nuestra hermosa piel de toro. Cada milímetro me recuerda a un rincón de mi memoria, y la envidia constructiva de no poder estar allí, me facilita retrasar el día de la apertura a meses más gloriosos. De nuevo, llevo la «paciencia» al límite.

Los que me conocen, ya saben que para mí, el acto de pescar a mosca no es sólo coger un pez, sino capturarlo con estilo. Lo mismo me ocurre con las imágenes captadas en mi retina y almacenadas en lo más profundo de mi cerebro, temporada tras temporada. Guardo matices, contrastes y contornos…quizá por ello espero con «paciencia» la llegada de los mejores momentos del río: el entretiempo antes del verano, y el estío antes del otoño. Como diría el genial Walt Whitman, me siento como un niño que espera lanzarse a la aventura, circunstancia en la que se ha convertido la pesca a mosca desde hace muchos años. Y es que la paciencia todo lo alcanza.
«Érase un niño que se lanzaba a la aventura todos los días,
Y en el primer objeto que miraba y aceptaba con asombro, piedad, amor o temor, en ese objeto se convertía, Y ese objeto se hacía parte de él durante el día o una parte del día
... o durante muchos años o largos ciclos de años.
Las primeras lilas se hacían parte de este niño, Y la hierba y el dondiego de día, blanco y rojo y el trébol, blanco y rojo, y el canto del febe, [...]
Y los brotes de abril y de mayo se hacían parte suya... los retoños del grano en invierno, los del maíz amarillento y las raíces comestibles del huerto, [...]
Sus mismos padres, el que había impulsado la sustancia paterna durante la noche y lo había engendrado, y la que lo concibió en su útero y le dio a luz... ellos dieron a este niño más que eso, Le dieron después cada uno de sus días... se hicieron parte suya.
La madre en casa poniendo plácidamente los platos en la mesa para la cena, La madre de palabras dulces... el gorro y el camisón limpios... su persona y ropas exhalando un olor sano cuando pasa;
El padre fuerte, seguro, viril, mezquino, colérico, injusto, El bofetón, la palabra rápida y violenta, el pacto estricto, la persuasión astuta, El trato familiar, el lenguaje, la compañía, los muebles... el corazón anhelante y henchido, El afecto ómo extraños,
Si lo que parece ser así es así... o si no son más que destellos y manchas.
[...]
El filo del horizonte, el cuervo marino en vuelo, la fragancia de la marisma y el cieno de la playa,
Todas estas cosas se hicieron parte de aquel niño que se lanzaba a la aventura todos los días y que se lanza ahora y se lanzará a la aventura cada día,
Y todas esas cosas se hacen parte de aquel o de aquella que ahora las lee atentamente.»
Érase un niño que se lanzaba a la aventura, del libro Hojas de hierba, uno de mis poetas favoritos de Walt Whitman
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Walt Whitman |
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